Hice esta fotografía en noviembre de 2005, en un pueblo de Etiopía cuyo nombre no recuerdo. Fue hecha por casualidad y en movimiento, desde el autobus que nos llevaba desde Mekele a Addis Abeba, la capital del país africano. Un viaje de tan solo 600 kilómetros por carreteras sin asfaltar, que dura dos días enteros...
De nuestro protagonista anónimo en la fotografía a uno de los músicos etíopes más importantes de la historia: Mulatu Astatke. A fines de los 50, viajó a Londres y posteriormente a Boston y Nueva York, absorbiendo influencias del Jazz y ritmos latinos... continuará en la próxima entrada.
Por muy mal que estén las cosas en un país, lo que nunca desaparece es el juego, la bebida y las prostitutas
ResponderEliminar...y el ejército, que pasa gran parte de su tiempo entre el juego, la bebida y las prostitutas.
ResponderEliminarAunque la fotografía no iba por ahí, sino más bien de esperanzas imposibles (y surrealistas). Ya sabes, la esperanza es lo último que se pierde.
Cuando el estomágo se tiene vacío no creo que la mente pueda llenarse ni de ilusión ni de esperanza.
ResponderEliminarNo se cómo, pero el hombre siempre tiene un hueco para la esperanza, lo que a veces puede parecer cruel. Creo que la foto lo refleja bien, ¿no?
ResponderEliminarYa sabemos que el hombre tiene más de cruel que de humano.Y si, siempre hay esperanza, pero ¿que tipo de esperanza? quizás para un etíope su mayor premio es que se mejoren sus condiciones de vida.
ResponderEliminar